De bastardos y esclavos: una breve conversación (de)colonial

Por Dylan Dinamarca, Movimiento Somos.
Los valores universales, hasta el día de hoy, han tenido distintos significados, y han servido para instalar las ideas de las clases dominantes. En sus inicios, solo eran considerados los valores europeos, y no tenían en consideración los valores de las demás civilizaciones. Boaventura de Sousa Santos no lo puede expresar mejor: “Era una nueva versión de la universalidad compuesta por dos advertencias que la negaban, pero cuya negación era eficazmente invisibilizada”. Con esto, muestra el doble carácter de opresión ante los pueblos, por un lado, invisibiliza y niega todo lo no europeo, y por el otro, no permite posibilidad de la elección entre lo europeo y otro estilo de sociedad.
También, con una forma clara y sintética, muestra la hipocresía de los países hegemónicos, que “defienden” los valores universales a punta de sangre y muerte. “Fue en nombre de la democracia y los derechos humanos que se invadió un país soberano, Irak, y se cometieron gravísimos crímenes de guerra, ahora documentados”. Sousa Santos plantea la selectividad de los valores universales; que, dependiendo de los intereses políticos de magnates, privilegian unos u otros, en unos territorios y no en otros. Para implantar sus políticas perversas, se ocupan aparatos de dominación, como la educación y los medios de comunicación, en donde no solo se permea la forma de pensar, sino también la forma de actuar, de vivir, de sentir, etc.
Así es como se pueden cometer, con un nulo peso social, violaciones de DDHH humanos todos los días en Palestina; pero medio mundo se escandaliza cuando Rusia bombardea Ucrania (que no se justifica en ningún sentido). Esto deja a los territorios de prácticamente todo el mundo en una posición de vulneración, que Sousa Santos explica de la siguiente manera:
muchos países, especialmente centroamericanos, suramericanos y asiáticos, saben por experiencia trágica que elegir democráticamente a sus presidentes no los protege de interferencias, golpes de estado e incluso la imposición de dictaduras si Estados Unidos ve las elecciones como una amenaza para sus intereses económicos o geoestratégicos
Esto recuerda a la imposición de dictaduras, como la de Pinochet en Chile o Videla en Argentina, que, con aires de salvadores de la libertad y la democracia contra la URSS y el comunismo, instalaron políticas de exterminio, en donde se exilió, se asesinó y torturo miles de personas durante la guerra fría.
A pesar del éxito imperial que han tenido las potencias y las clases hegemónicas, a través de sus sutiles técnicas de dominación, se conocen lugares como campos de concentración, o centros de tortura, como es el caso de el de Guantanamo, campo de tortura estadounidense ubicado en Cuba. En este sentido, Boaventura advierte los peligros de tener y visibilizar una opinión crítica de los poderes internacionales: “Documentar la vulneración de los valores universales por parte de quienes los propugnan y, con ello, la hipocresía y duplicidad imperante es considerado un acto enemigo y provoca una reacción implacable que ningún valor universal puede limitar.” En otras palabras, la denuncia de la doble moral de los países que se creen justicieros del planeta, es un acto de valentía tal, que puede llevar a la pérdida de tu dignidad como humano; Sousa presenta el siguiente caso en donde no se protege:
Ni siquiera el derecho a la vida. Julian Assange es hoy el símbolo vivo de esta duplicidad. Exponer los crímenes de guerra cometidos en Irak y defender el anonimato de sus fuentes lo convirtió en un objetivo a derribar sin piedad.
Con esto, se aprecia que, más allá de buscar la paz y el respeto de los valores universales, los países de Europa y EEUU son unos usureros sanguinarios dispuestos a aniquilar a cualquiera que se interponga con sus intereses políticos y socioeconómicos. “Su apropiación casi nunca proviene de diálogos interculturales horizontales, sino que a menudo involucra distorsiones ideológicas y selectividades.” Es decir, que la colonización de las potencias hacia los diversos países, si no se logra a través de sus modos tradicionales, generalmente se da a través de la tergiversación de los hechos y la selección de valores e información que les convenga a ellos.
Para finalizar, Boaventura, en forma de pregunta, plantea un panorama futuro, en donde China pueda ser la siguiente potencia, y, por ende, ser los colonizadores que traigan una nueva agenda política y socioeconómica al mundo: “¿Es posible que la caricatura degradante que Occidente ha hecho de Oriente (caricatura denunciada por Edward Said en Orientalismo) sea reemplazada mañana por la caricatura igualmente degradante que Oriente hará de Occidente (Occidentalismo)?”. Esto puede ser un arma de doble filo; si bien, puede ser un avance en el reconocimiento de otros mundos más allá de Europa y EEUU, también puede ser el comienzo de una era aún más perversa de colonialismo oriental, que realmente coarte por completo nuestras libertades en todo sentido. Sin embargo, se plantea una tercera vía:
¿O podemos aspirar finalmente a un mundo sin puntos cardinales ni centros jerárquicos donde la diversidad cultural, política y epistémica sea posible, bajo la egida de valores emancipadores que no se dejen violar según las conveniencias de quienes tienen más poder?
Si bien, esta parece la opción a la que adscribe Boaventura (y la cual también nos hacemos parte), parece tener cierto tinte de utópica. Para esto, tendríamos que vivir en un mundo sin fronteras; sin propiedad privada que comprar (o robar); sin sed de poder; sin clases sociales que están en constante pugna; tendríamos que vivir en un mundo en donde la tele y. Con esto, se piensa que plantear un mundo sin puntos cardinales, que respete la determinación de los pueblos, tiende a una ingenuidad práctica, pero que, sin embargo, llena de ilusiones y ganas de trabajar para un mundo mejor.
Referencia
0 comentarios